María Belén Rivarola

Suor Angelica – G. Puccini (title role)

Il Trittico (Il Tabarro / Suor Angelica / Gianni Schicchi)

Il Tabarro
Ópera en un acto (1918)
Música de Giacomo Puccini
Libreto en italiano de Giuseppe Adami
Basada en la obra teatral de Didier Gold titulada La Houppelande (1910)

Suor Angelica & Gianni Schicchi
Óperas en un acto (1918)
Música de Giacomo Puccini
Libreto en italiano de Giovacchino Forzano

Dirección musical
Beatrice Venezi
Carlos Vieu

Dirección de escena
Pier Francesco Maestrini

Diseño de escenografía y video
Nicolás Boni

Codiseño video – Suor Angelica
Matías Otálora

Diseño de vestuario
Stefania Scaraggi

Iluminación
Daniele Naldi

Asistente de dirección de escena
Michele Cosentino

Asistente de vestuario
Paolo Vitale

Orquesta del Teatro Colón
Coro del Teatro Colón
Director – Miguel Martínez

Reparto

Suor Angelica

Anna Princeva (02, 04, 08, 13)
María Belén Rivarola (07, 09, 11)

La Zía Principessa

Guadalupe Barrientos (02, 04, 08, 13)
Alejandra Malvino (07, 09, 11)

La Abadesa

María Luján Mirabelli (02, 04, 08, 13)
Cecilia Díaz (07, 09, 11)

Argumento

Un convento de monjas cerca Siena en la segunda mitad del siglo XVII.

Las hermanas cantan himnos. La maestra de las novicias explica que es la primera de las tres tardes en que cada año el sol poniente alcanza a la fuente y vuelve dorada su agua. Esto hace que las hermanas recuerden a la fallecida hermana Bianca Rosa. Sor Genoveva sugiere que echen algo del agua dorada sobre su tumba.

Las monjas hablan de sus deseos. Suor Genoveva confiesa que ella desea ver de nuevo corderos debido a que de joven fue pastora. Suor Dolcina desea algo bueno para comer. Suor Angelica dice que ella no tiene ningún deseo, pero tan pronto como lo dice, las monjas empiezan a cotillear. Suor Angelica ha mentido, porque su verdadero deseo es saber algo de su rica y noble familia, de la que ella no ha oído nada en siete años. Según los rumores, la enviaron al convento como un castigo. Ella vive en un exilio lamentable por órdenes de su familia, que desaprobó una relación en la cual tuvo un hijo al que añora. Suor Angelica odia a la tía causante de su encierro y se dedica al cuidado de las flores.

La hermana enfermera pide a Suor Angelica que haga un remedio de hierbas. Llegan provisiones al convento, así como noticias de que un gran carruaje está esperando en la parte exterior. Suor Angelica se pone nerviosa y triste, ya que piensa que alguien de su familia ha venido a visitarla. La abadesa la reprende y se marcha a anunciar a la visitante, que es la princesa, tía de Suor Angelica.

La princesa explica que su otra sobrina, la hermana menor de Suor Angelica, va a contraer matrimonio, algo que era casi impensable tras el escandaloso embarazo de la ahora monja. Trae consigo un pergamino que Suor Angélica debe firmar renunciando a su herencia. Ella responde que se ha arrepentido, pero que no puede olvidar la memoria del hijo que le quitaron hace siete años. La princesa rechaza hablar, pero finalmente confiesa que el niño su hijo murió de fiebre hace dos años. Suor Angelica, desolada, firma el documento y se desmaya, entre lágrimas, mientras la princesa se va.

A solas, mientras anochece, Suor Angelica evoca a su hijo en una plegaria. Se siente atrapada por una visión celestial y cree oír a su hijo llamándola para encontrarlo en el Paraíso. exaltada, prepara una poción, pero se da cuenta que es veneno y que comete suicidio, un pecado mortal que no le permitirá el reencuentro con su hijo. Pide clemencia a la Virgen y al morir ocurre un milagro. Todo lo que la rodea se transforma en una visión mística y consoladora, coronada por la presencia de la Virgen María y de su propio hijo, que se la llevan al Paraíso.